lunes, 20 de enero de 2014

Un contrato en papel mojado

Hoy toca un  poco de autobiografía.

Digamos que, en estos tiempos revueltos de poco trabajo y problemas de liquidez nos proponen una operación muy rentable. Nada fuera de nuestra actividad: un suministro importante para un cliente importante, un servicio para una multinacional, un ayuntamiento… Vamos, que nos salvan el año.

Un amigo mío -que se llama como yo- ha sido contratado con un intermediario que, a su vez, ha firmado con una importante empresa. Un trabajo arriesgado porque incluye trabajar dos o tres turnos diarios, festivos y fines de semana. El precio está bien y pagan a treinta días tras la finalización de los trabajos. Con un pagaré, le dicen.

Las condiciones son draconianas, claro.

Importantes penalizaciones por retraso y mil interlocutores (en las grandes entidades suele haber muchos capitanes; a más inútil la entidad, más títulos y escalafones, lo veréis en el Gobierno). Todos pueden decidir que el trabajo no está acabado o requiere repasos.

Pero es un mal año y hay facturas por pagar. Así que reunimos a todos los implicados -trabajadores y proveedores - y les contamos lo que hay. Adhesión y compromiso absoluto. Parece que el año no sólo ha sido difícil para quien suscribe, eh, para mi amigo, quiero decir. Allá vamos.

El autor se veía un poco así el día que firmó el contrato. 
Bueno, no tanto.

Durante todo el proceso surgen mil inconvenientes: no se puede trabajar todos los días - el cliente final no está bien organizado, ¿lo he dicho ya? -, acortan aún más los plazos (pese a las condiciones contractuales) y alguno de los proveedores no habituales nos mete en algún brete.

Improvisamos, sudamos, tiramos del carro, perdemos horas de sueño, pagamos de más, hacemos trabajar a todo el mundo hasta la extenuación. Y el día de la entrega, cumplimos. Nos firman el conforme. Nos felicitan. Nadie daba un duro por nosotros - ahora nos lo dicen con algo más que la mirada - pero lo hemos hecho. Somos cojonudos. 

La relación Cliente-Proveedor queda bellamente reflejada en esta imagen.

La semana siguiente, según lo convenido, nos pasamos con la factura entre los dientes para retirar nuestro pagaré. Hasta hemos negociado unas buenas condiciones con el banco.

Pero no hay pagaré. Parece ser que necesitan varias firmas y no están los apoderados.

- ¿Cuándo vendrán? - pregunta nuestro héroe impetuoso.

Pero nadie sabe cuándo coincidirán en una misma sala ni si podemos contar con que alguien de Contabilidad vaya quedando individualmente con cada uno para coleccionar las firmas necesarias.

Y nos joden. ¿Dieron por sentado que no lo lograríamos?, ¿nadie pensó en el pago?, ¿nadie ha pensado en nosotros?

Los motivos no importan.  

Has perdido un poco de salud, un poco de respeto de tus proveedores (que volverán a trabajar contigo porque necesitan trabajar) y un poco de fe en el mundo. Con suerte los proveedores te darán un poquito de cancha y puede que los que te quieren te echen una manilla pero no recurráis al sentido común del cliente o a la Justicia: todo es pequeño e insignificante si no aparece en prensa y, entendámonos, una PYME casi nunca está ahí, si acaso una coma en la estadística.

No hay moraleja hoy, amigos. Sólo quería deciros que esto es parte de ser empresario; si lo sois, os ha podido pasar. Si no lo sois todavía, os lo quería contar. No porque os ayude. Sólo es una advertencia.

Suerte a todos.

El autor hace malabarismos en cada llamada de cada proveedor.
Seguramente caiga y se parta la crisma: una cicatriz más. Pero no sabe otra cosa, claro. Lo suyo es el glamoroso mundo de la PYME.

2 comentarios:

  1. Muy cierto. Desde mi experiencia como gestora de cobros veo a diario empresas grandes públicas o privadas que una vez finalizado el servicio o realizada la entrega, hacen algún “giro” a su favor en el momento de pagar. Es una manera de conseguir más tiempo antes de dejar ir el dinero. Por suerte, no todas obran así, pero lamentablemente muchas si. Aquella pyme o aquel autónomo cuya supervivencia dependa de ello, debería conseguir atar el cobro por anticipado, aunque no todas las empresas se adhieren a ello y no es fácil.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Efectivamente, muchas PYMEs y autónomos actuamos como financieras involuntarias.

      En líneas generales es relativamente fácil conseguir un pago inicial -que suponga un porcentaje equis del total- y el resto a la entrega.
      Sólo suele haber problemas en este segundo pago. Si hay problemas en el primero... mejor no meterse en harina.

      La lentitud de la Justicia para todo este tema de impagos y retrasos es un importante aliciente para todas estas "estrategias" dilatorias.

      Efectivamente no todo el mundo obra igual, pero debemos tener cuidado porque podemos poner en peligro la viabilidad de nuestro negocio.

      Eliminar