viernes, 21 de marzo de 2014

Ayuda hoy, impuestos mañana

A raíz del curso que impartí en El Pedrete –en el que daba unas nociones básicas de cómo arrancar una PYME- me di cuenta –o mejor, confirmé- de lo mucho que apuesta el empresario novel por las diferentes subvenciones de los diferentes Gobiernos (nacional, autonómicos y municipales).

Desde estas páginas somos bastante contrarios a toda ayuda que no sea un crédito blando. 

Las ayudas a la contratación deforman la percepción del empresario que debe tener la cabeza muy fría para saber cuánto cuesta de verdad un empleado. No hablo ya –bueno, lo estoy haciendo- del que contrata gente porque le encaja en la ayuda y se traduce en una rotación constante de empleados cuando dejan de beneficiar al empresario.

Las ayudas económicas directas llegan tarde y puede que el emprendedor se meta en gastos contando con un dinero que puede tardar mucho en llegar, haciendo fracasar el negocio antes de empezar. Además, suelen ir destinadas a un perfil fijo sin atender a criterios empresariales y/o de viabilidad.

No olvidemos que todo el dinero que da un Gobierno (o que deja de percibir) lo hace a cargo de unos Presupuestos que se nutren de impuestos. Es decir, este tipo de ayudas a empresas mantienen la presión fiscal sobre la totalidad de los contribuyentes. El que recibe la ayuda también soporta, o soportará, dicha carga.

El emprendedor debe saber resistirse a las tentaciones… 
Nótese que no criticamos que se invierta dinero público en Sanidad, Educación, Infraestructuras y otras competencias inherentes a los diferentes Gobiernos (demasiados en este Estado, por cierto); hablamos de fomentar la creación de empresas a través de ayudas cuando lo bueno sería generar marcos jurídico y fiscal que favorezcan la creación y la continuidad de empresas y autónomos.