Una vez más estamos
en el fin de trimestre y, aunque sea a modo de sesión de psicólogo, voy a
comentar alguna cosita.
Hoy por hoy el
Estado es una máquina insaciable que, pese a funcionar no del todo bien,
requiere mucho combustible.
No olvidemos que se
pagan hospitales y colegios –aunque no siempre esos recursos se gestionan- y
eso es bueno y necesario. También mantenemos una Administración torpe,
burocrática e ineficaz. La
Administración debería costar menos y funcionar mejor; pero es necesaria, qué
duda cabe. Policía, bomberos, mantenimiento de carreteras y otras
infraestructuras se me antojan también importantes.
Parece que pagar
impuestos está bien o, al menos, es necesario.
De las putas/putos de los concejales, de los viajes en
primera de sus señorías para comprobar que en las playas de Barbados no se
conoce la marca “España”, de las fundaciones, asociaciones, etc, de los puestos
innecesarios a dedo tan bien pagados, de los sobrecostes por soborno, de los
pagos a “representantes sociales” y otros actos de latrocinio hablaré más
tarde. Sólo decir que las mamás y los papás de los políticos no han sabido
criar a sus hijos en una base moral defendible.
El
pequeño empresario visto por el Estado opresor. ¿Es algo más que un suicida en estos tiempos difíciles? |
Ahora vayamos a lo
que nos ocupa.
El pequeño
empresario es un limoncito a ser exprimido. Primero en su labor de recaudador
(obligado e involuntario) de impuestos y después como generador de riqueza.
El IVA debe pagarse
haya sido cobrado o no. Una mala racha de impagos termina por sepultarte en
deudas para con el Estado y un mal año arroja la sombra de la apropiación
indebida. Es cierto que uno puede pedir aplazamientos: pagando una tasa. ¡Haber
cobrado a tiempo, pillastre!
Dicen por ahí, pero
yo no lo sé, que solventarán este problema en 2014 para mayor gloria del Estado
justo y bueno. Más vale tarde que nunca pero esta reivindicación lleva sobre la
mesa desde que tengo uso de razón y parece lógico no asfixiar a la principal
fuente de riqueza del país.
El IRPF del
autónomo y el Beneficio Industrial de las Sociedades Mercantiles son tajada de
nuestro trabajo. Como se trata de
porcentaje del beneficio -después de gastos- es justo y bueno. Podemos pedir
que no se consideren las facturas impagadas como cobradas para terminar de
adecuarnos a lo correcto.
Más de un tercio
del salario de cada trabajador que tenga la compañía se lo llevan también las
hadas de los dientes para dar regalos a los niños ricos. No digo que no deba
haber una Seguridad Social ojo, pero que un tipo que cobre los famosísimos mil
euros -con los que apenas puede vivir dignamente- suponga un desembolso
adicional de más de trescientos euros al empresario manda cojones, sube los
colores y atenta contra el sentido común.
El resto de impuestos y tasas (IBI, Basura, Impuestos
sobre la rehabilitación de locales y oficinas y otras tasas) son un ejemplo de
Estado que requiere más de lo necesario y que no sabe administrar sus propios
recursos. Con Estado, aquí, me refiero a
Ayuntamientos, Comunidades Autónomas, Diputaciones y estado Central
indistintamente. Si cualquiera de nosotros dirigiera su negocio como los
políticos su área de responsabilidad: todos a la puta quiebra. Y es la segunda
vez en el artículo que hablamos de meretrices pero las primeras son de las
caras y estas son de las que la vida arrastra sin piedad ni cariño.
¿Cómo perder la sensación de que los impuestos son un gasto y no siempre una inversión? |
¿Por qué he escrito
estas líneas?
Porque después de
pagar mis impuestos me queda un regusto amargo en la boca y un dolor en la baja
espalda. Y como no tengo pasta para darle la chapa al psicólogo me descargo con
vosotros. Tampoco tenéis la culpa, pero la próxima vez que entréis en una
estación de “Metro” innecesariamente ostentosa, paséis por un aeropuerto vacío
y veáis el coche oficial del alcalde de Villarrastrojo de Todos los Santos
pasar tampoco tendréis la culpa.
En la futura “Crónica de la violación de un bolsillo
inocente” compartiré un poco más mi indignación y os explicaré lo difícil que
es abrir una tiendita en la capital del reino anteriormente conocido como
Gomorra.
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