martes, 29 de abril de 2014

Dientes, dientes (o “de cómo ayuda una sonrisa en el día a día”)

Me comentaba un buen amigo el otro día, un colaborador, que era increíble verme siempre de tan buen humor. Los habituales del blog sabrán que no peco de optimista. ¿A qué entonces la sonrisa? ¿Seré masoquista? ¿Habré perdido definitivamente la razón?

Nones. Soy vendedor. 

Las caricaturas de los dibujos animados siempre muestran al vendedor como un tipo con una sonrisa inhumana, infinita, imborrable. Para que la caricatura sea efectiva siempre debe haber un poso de verdad, algo que la haga al personaje reconocible.

“A buen tiempo mala cara” resume muy bien la actitud de lo que estoy hablando. A nadie embarcaremos en una aventura empresarial (o en una transacción comercial cualquiera) con cara de perro amargado. Si despachamos pan con mala cara perderemos clientes, tenedlo por seguro.

No se trata de mentir, no se trata de exagerar las virtudes de nuestro producto (aunque no ahorremos detalles positivos sobre el mismo), no se trata de hacer creer a nadie que en la vida no hay problemas; se trata de transmitir que queremos trabajar, que disfrutamos haciendo las cosas bien y que nos gusta rodearnos de gente que comparte nuestro cariño por el trabajo bien hecho. 
La situación puede ser mala, pero nuestro producto no lo es, creemos en él y en sus posibilidades reales.

El buen vendedor recomienda sonreír.

¿Quiere esto decir que finges para vender? Un poco sí, al principio del día sobre todo. 
Sin embargo, permitidme decir que la repetición del gesto hace que éste sea cada vez menos forzado, más natural, que un entorno positivo -en el que colaboramos activamente con nuestra actitud- permite que nuestros compañeros, colaboradores y asalariados se adhieran a la actitud y unos “empujen” a otros hacia el sentimiento. 
Y nuestros clientes lo percibirán.

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